“Ten cuidado de que no seas convertido en un César, de que no te tiñas con ese tinte; pues tales cosas suceden. Mantente, entonces, simple, bueno, puro, serio, libre de afectación, amigo de la justicia, adorador de los dioses, amable, afectuoso, esforzado en todos los actos correctos. Esfuérzate por continuar siendo tal como la filosofía deseaba hacerte. Reverencia a los dioses y ayuda a los hombres. La vida es corta. Solo hay un fruto en esta vida terrenal: una disposición piadosa y actos sociales. Haz todo como discípulo de Antonino. Recuerda su constancia en cada acto que estaba en conformidad con la razón, y su ecuanimidad en todas las cosas, y su piedad, y la serenidad de su semblante, y su dulzura, y su indiferencia hacia la fama vacía, y sus esfuerzos por comprender las cosas; y cómo nunca dejaba pasar nada sin haberlo examinado cuidadosamente primero y haberlo entendido claramente; y cómo soportaba a aquellos que lo culpaban injustamente sin culparlos a ellos en respuesta; cómo no hacía nada con prisa; y cómo no escuchaba calumnias, y qué exacto examinador de las costumbres y acciones era; y no era dado a reprochar a la gente, ni tímido, ni sospechoso, ni sofista; y con cuán poco estaba satisfecho, como en alojamiento, cama, vestimenta, comida, sirvientes; y qué laborioso y paciente era; y cómo, gracias a su dieta moderada, podía aguantar hasta la noche, sin necesitar ni siquiera aliviarse mediante evacuaciones, excepto a la hora habitual; y su firmeza y uniformidad en sus amistades; y cómo toleraba la libertad de expresión en aquellos que se oponían a sus opiniones; y el placer que sentía cuando alguien le mostraba algo mejor; y cómo era religioso sin superstición. Imita todo esto para que tengas una buena conciencia cuando llegue tu última hora, como él la tuvo.”
