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in: La Vida Varonil

• Last updated: July 11, 2024

Todo hombre necesita aventura

Nota del editor: Esta es una publicación de nuestro invitado Chris Hutchenson.

 

Despertar. Ir al trabajo. Trabajar. Volver a casa. Comer. Dormir. Repetir.

Despertar. Ir al trabajo. Trabajar. Volver a casa. Comer. Dormir. Repetir.

Despertar. Ir al trabajo. Trabajar. Vo… Tiempo fuera. Se supone que esto es bueno?

¿Qué sucedió con aquella consigna de “vivir la vida al máximo”? ¿Dónde quedaron las aventura con la que soñábamos cuando éramos niños? Muchos de nosotros hemos perdido la pasión por tener aventuras que solíamos tener durante nuestra niñez; y ya siendo adultos, se nos dificulta recuperarla: Ya que tener una aventura no es sentir un poco de adrenalina en nuestras venas, es encontrarnos a nosotros mismos. La aventura es un elemento de una vida plena que más se olvida en la sociedad moderna y a su vez, uno de los más cruciales. Tener grandes aventuras que luego pueden traducirse en historias es central para la masculinidad. El problema es que al vivir en una era de revolución tecnológica, convertimos la aventura y exploración del mundo que nos rodea en algo del pasado, algo innecesario gracias a nuestras capacidades en continuo desarrollo evolutivo.

Si bien la exploración, en el sentido de descubrir cosas nuevas está sesgada hoy en día para los astronautas y buceadores, una aventura siempre está disponible para cualquiera. Es cuestión de entender que como hombres promedio, no hay necesidad de descubrir cosas nuevas, pero el conocernos a nosotros mismos a través de las aventuras que vivimos. Tal vez sea mejor mirar a un viejo profesional del arte de la aventura para encontrar inspiración que nos permita entender el razonamiento tras la misma.

Sir Wilfred Thesiger (1910-2003), era un explorador inglés mejor conocido por sus aventuras a lo largo y ancho de África y el Medio Oriente. Era famoso además por adoptar los estilos de vida de los nómadas con quienes pasaba su tiempo. Su mayor hazaña fue atravesar el desierto de Rub’ al Jali, también conocido como “El cuarto vacío”; uno de los desiertos más grandes del mundo, ocupando una gran parte del sur de la península arábica. Con un área de 2500 millas cuadradas de terreno mortal, dunas de arena de más de 100 pies de altura y temperaturas que superan los 130º Farenheit. Para cruzar el vasto desierto, Thesiger se realizar un planeamiento y dibujar un mapa de la región a lo largo de su viaje. Y lo consiguió. Thesiger cruzó el gigantesco “Cuarto vacío” no solo una, sino dos veces entre 1946 y 1949. Recordando la primera vez que tomó agua sin necesidad de racionarla para su retorno, escribió lo siguiente:

“Durante años el Cuarto Vacío representó para mi el más grande e inalcanzable reto que un desierto pudiera ofrecer… Para otros mi viaje pudo haber tenido una minúscula importancia. El viaje produjo un mapa inexacto que quizás nadie vaya a usar nunca. Fue una experiencia personal, y la recompensa fue un trago de agua pura y sin sabor. Con eso me di por bien servido.”

Para Thesiger, y para muchos otros aventureros que lo antecedieron o siguieron sus pasos, el máximo premio era la aventura misma, la experiencia que se ganaba de la misma valía más que cualquier conmemoración. Luego escribiría:

“Para mi, explorar fue una aventura personal. No fui al desierto arábico a coleccionar plantas ni a hacer un mapa; esos sucesos fueron incidentales. De corazón creo que escribir o hablar de mis viajes mancharía mis logros. Fui al Cuarto Vacío para encontrar paz en el ambiente hostil del desierto y la compañía de quienes lo habitan… No es la meta sino el camino hacia ella el que importa, y entre más duro el camino, más vale la pena el viaje.”

Thesiger sabía muy bien que la aventura ofrecía enormes recompensas para un hombre, tal vez más que cualquier otra cosa en la vida. No recompensas materiales, pero la inmensa satisfacción de poner los ojos en una meta y cumplirla.

Obviamente, las aventuras ya no son como solían ser. El monte Everest ha sido escalado tantas veces como puedas contarlas, existe una vía pavimentada que atraviesa el desierto del Sahara, y los secretos del Amazonas pueden revelarse vía satélite desde tu computador.  ¿Significa eso qué la aventura es un arte perdido? Para nada. Una vez hemos revisado el testimonio de un gran aventurero como Thesiger, la sed de aventura no proviene de la necesidad de realizar mapas de regiones desconocidas o descubrir nuevas especies, esos son objetivos secundarios. La sed de aventura proviene de nosotros mismo. Es el deseo de nuestro interior de expandir el conocimiento por medio de experimentar la vida de primera mano, medir los límites de nuestra fuerza y resistencia, y durante el proceso, descubrirnos a nosotros mismos.

La elección de vivir una vida llena de aventuras no es fácil. Es difícil romper la monótona rutina de la vida diaria cuando la has repetido por años. Puedes sacar un montón de excusas para no programar un fin de semana de canotaje, ese viaje a otro país o tomar una clase de buceo. “No puedo dejar mi trabajo, no debería gastar ese dinero, quien cuidará a mis hijos, etc.” Solo existe una forma de romper la rutina, y es simplemente rompiéndola. Recuerda las palabras de George Mallory, conocido por intentar el primer ascenso al monte Everest:

“Lo que obtendremos de esta aventura es pura felicidad. Y después de todo, la dicha y la felicidad son la finalidad de la vida. Nosotros no vivimos para comer y ganar dinero. Comemos y ganamos dinero porque vivimos. Eso significa vivir y para eso es la vida.”

Tal vez es hora que los hombres busquen recuperar el elemento perdido de la aventura que originalmente llevaba a nuestros ancestros cruzar océanos y explorar enormes espacios de terreno desconocido, sin esperar nada a cambio. Hay que traer el riesgo a nuestras vidas nuevamente. Si adoptamos el estilo de vida de un aventurero, debemos encontrar en nosotros mismos la capacidad de tomar nuestra propia existencia y llevarla hasta el borde del abismo de las posibilidades, a sabiendas que el futuro no garantiza seguridad, prosperidad o felicidad y que una vida plena no se da, sino se toma.

  • Busca un río cercano y únete a una expedición de canotaje. La mayoría de los viajes en canoa tienen precios razonables por un día completo de aventuras en el rio.
  • Explora el parque nacional más cercano. Ojalá por un camino que nunca nadie haya tomado. Son muy económico, incluso gratuitos y quién sabe con qué clase de aventura te puedes topar, por ejemplo explorar una cueva o una cascada.
  • Salto en paracaídas. Probablemente ya lo tienes en tu “lista de cosas que hacer antes de morir”.
  • Buceo. Si bien el equipo es costoso, puedes rentarlo y las licencias para bucear usualmente son de por vida.
  • Haz un viaje por tierra y no decidas el destino hasta estar lejos de casa. Solo empaca un poco de todo en tu maleta y mira a donde te lleva el camino.
  • Escala una montaña. No tiene que ser el Everest para que cuente como aventura. Pocas cosas se comparan con la sensación de mirar al mundo desde la cima de una montaña.
  • Busca un rancho cerca que alquile caballos para cabalgatas. Muchos ranchos ofrecen cabalgatas para generar ganancias, y las cabalgatas pueden ser divertidas. Los caminos son usualmente guiados, así que no debes preocuparte si el caballo se aburre de cargarte en su lomo.
  • Aprende a surfear. Muchas playas ofrecen alquiler de tablas de surf. Empieza por lo pequeño y luego piensa en tomar lecciones. Definitivamente no querrás ir a la Orilla Norte de Hawái en tu primer intento, incluso en tu primera docena de intentos.
  • Ve de campamento. No existe mayor placer que hacer una fogata con leña que tu mismo recolectaste para cocinarte la cena.
  • Realiza parapente o vuela con vela. Tus primeros vuelos serán con un instructor, entonces no debes preocuparte que los vientos quieran llevarte a Tombuctú.
  • Haz ciclo montañismo. Una vez tienes la bicicleta y el equipo, es esencialmente una actividad que puedes realizar en cualquier momento, sin ningún costo. Muchos parques nacionales y estatales ofrecen diferentes rutas de ciclo montañismo con varios niveles de dificultad.
  • Aprende a montar en tabla sobre nieve (snowboard). Al igual que con el surf, puedes alquilar el equipo. Difiere del surf en que hay árboles en tu camino.
  • Realiza una inmersión en la cultura de otro país. Esta es una aventura que todos deberían considerar. No te das cuenta la perspectiva que se gana estando desde fuera de tu zona de confort desde otro país hasta que lo experimentas de primera mano.
  • Cruza el país en bicicleta. ¿Qué mejor manera de conocer tu país que en un “caballito de acero”, pedaleando a lo largo y ancho de los caminos?
  • Cambia de carrera. No debes escalar una montaña para sentirte que estás teniendo una aventura. Renuncia al trabajo que odias y persigue tu sueño.  Vuelve a estudiar si es necesario. Viaja a Alaska a convertirte en un comerciante pescador, o toma tiempo de tu verano para ser bombero.

Estas son solo ideas. Tienes infinitas oportunidades!

 

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