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in: Habilidades Varoniles

• Last updated: July 11, 2024

Reviviendo el arte perdido de la oratoria

cicero

“La oratoria es la madre de la libertad. Por la constitución de las cosas fue ordenado que la elocuencia debía ser la base y soporte de la libertad, con ella vive, florece y muere. Es el interés de muchos tiranos lisiar y debilitar cualquier clase de elocuencia, solo así aseguran su posición. Es entonces, el deber de los estados libres fomentar la oratoria.”

-Henry Hardwicke

El poder de la palabra hablada es innegable. Todas las grandes crisis y deslices de la historia van acompañados de grandes discursos que ayudaron a sobrellevar dichas crisis. Son estos grandes discursos los que han motivado a los ciudadanos a luchar contra la injusticia, derrocar a la tiranía y poner su vida en riesgo por una buena causa. Las palabras han redefinido a la tragedia, confortado a quienes lloran y grabado en la mente de los hombres eventos con la dignidad y solemnidad que merecen. Las palabras pueden llevar a la gente a arriesgar su vida, derramar lagrimas, reír a carcajadas, acomedirse a la virtud, cambiar su vida o sentirse patriotas. Al tomar palabras simples y organizarlas para convertirlas en arte, un hombre puede llegar a tener en sus manos el poder de un Dios.  Por supuesto, hasta los lideres más maliciosos saben de esto y han buscado diligentemente aprender el arte de la oratoria con propósitos nefastos. El poder de la palabra puede usarse para el bien o para el mal, y este conlleva una gran responsabilidad. Aquellos que buscan la rectitud, la virtud y el bien común deben estar tan bien preparados para hablar en público y convencer a la gente, como aquellos que buscan tentar, seducir e inducir al público a abandonar sus valores y principios.

¿Qué es la oratoria?

“Hasta que la naturaleza humana deje de ser otra, la voz del hombre seguirá siendo la fuerza más grande… Yo advoco, entonces, en su completa extensión y por cualquier razón de humanidad, patriotismo y religión una cultura con mayor énfasis en la oratoria y defino la oratoria como el arte de influenciar conductas por medio de la verdad como piedra angular a través de todos los recursos de los hombres.”

-Henry Ward Beecher

Toda oratoria es hablar en público, pero no toda acción de hablar en público es oratoria. La clase de un profesor, el discurso de un padrino de bodas, el mediocre discurso de un candidato político; todas no son necesariamente oratoria, pero pueden ser elevadas hasta ese status.

Si hablar en público es la comida rápida, la oratoria es comida gourmet. No en cuanto a ser pretensioso o inaccesible, sino en cuanto a su existencia por encima de lo ordinario; su preparación es apasionada, con una infusión de creatividad, que requiere mucha pericia para convertirse en una experiencia sublime. La oratoria busca convencer al receptor sobre algo, ya sea aceptar una definición de libertad o el simple hecho que la persona que falleció merece ser recordado.

La oratoria ha sido denominado el máximo arte pues contiene todas las demás disciplinas. Requiere conocimientos literarios, la capacidad de construir prosa, el oído para identificar ritmo, armonía y musicalidad. La oratoria no es simplemente hablar, sino pronunciar palabras que toquen fibras, que alcancen nuestros más nobles sentimientos, animen nuestras almas, muevan pasiones, emociones e inspiren acciones virtuosas. Puede verse en su máxima expresión si se fomenta durante tiempos de tragedia, dolor, crisis, miedo y necesidad. En estas situaciones hace las veces de luz y guía para aquellos que no pueden entender el caos y buscan un líder que les indique el camino.

La historia de la oratoria

Oratoria en Grecia

Si bien la palabra hablada ha sido siempre parte central de la humanidad desde que el hombre empezó a vocalizar, fue en la antigua Grecia donde la oratoria y el discurso se volverían un verdadero arte. La “Edad de oro de la elocuencia” fue encabezada por la figura de estado, general y orador experto Pericles. Su oración funeral fue quizás el primer gran discurso en ser escrito y preparado para el público, marcando una pauta para futuros discursos.  Sin embargo, es Demóstenes quien será por siempre recordado como el más grande orador griego de todos los tiempos. Su habilidad para hablar cautivaba a los ateneos, quienes fueron hipnotizados y llevados en medio de la apatía a luchar contra la amenaza que Felipe de Macedonia significaba para su libertad.

Sin embargo, la práctica de la oratoria no solo formaba parte de las elites de Atenas. La oratoria era una de las máximas artes, incluso se consideraba una virtud. Era una parte esencial de la educación de todo hombre, los cimientos sobre los cuales se delineaban todas las persecuciones académicas y disciplinarias.

La oratoria alcanzó su auge, llegando a la cúspide de la antigua Grecia por su función en la vida pública. El gobierno democrático de Atenas hacía participe a cada ciudadano hombre en la política. Cualquier ciudadano podía ser llamado a juicio o inspirado a convencer a otros acerca de méritos o críticas de una ley en particular. Las leyes eran pocas y sencillas, dando a los jueces una latitud considerable a la hora de aplicar la justicia; y a los abogados gran flexibilidad presentando su caso. La asamblea, consejo y cortes eran entonces sitios llenos de debates vigorosos y brillante oratoria.

Oratoria en Roma

El arte de la oratoria tardó un poco en llegar a Roma, pero floreció con la conquista de Grecia, viéndose influenciado por sus tradiciones. La oratoria Romana se llevaba a cabo en las cortes, en las comitia (asambleas de gente que debatía la aprobación de leyes) y el senado. La oratoria Romana tomaba la mayor parte de su estilo de Grecia, con algunas diferencias. Los Romanos eran menos intelectuales que los Griegos, sus discursos eran menos densos y tenían más historias y metáforas. Sin embargo, la oratoria Romana era un arte vibrante y produjo su propio virtuoso: Marco Tulio Cicerón. Sus “Oraciones Catilinarias” expusieron un complot para derrocar el gobierno Romano con mucha habilidad y gracia.

La gran oratoria forense murió con la caída del imperio Romano ya que “La elocuencia no puede existir bajo una forma déspota de gobierno. Solo puede verse en países donde las instituciones libres florezcan” Cornelio Tácito, casi un siglo después de la muerte de Cicerón, lamentó en su obra “Causas de la corrupción de la elocuencia” que: “Los oradores de hoy en día son en realidad litigantes,  abogados, defensores y cualquier otra cosa, antes de ser oradores.” Los abogados empezaron a contratar gente para que atendiera a sus discursos y aplaudieran con vehemencia. Al ver esto, Plinio el Viejo solía decir “Puedes estar seguro que el es el peor orador, a quien le dan el aplauso más estruendoso.”

Oratoria moderna

churchill

A medida que la democracia se debilitaba, lo mismo sucedía con la gran oratoria. Durante la edad media y el renacimiento, la oratoria se veía confinada a la esfera religiosa. Su resurrección se daría en el siglo XVIII con la creación de cuerpos parlamentarios en países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, donde el fuego de la libertad ardió nuevamente con intensidad.

La gran oratoria empezó su actual debacle en el periodo de Franklin Delano Roosevelt. Al tomar el cargo durante la Gran Depresión, FDR pronto implemento sus famosas “charlas a la luz del fuego”. El país estaba asustado y desmoralizado; la cálida y abuelezca voz de Roosevelt llegaba a millones de casas, brindando una sensación de confort y seguridad.

Posteriormente, el pueblo Americano esperó que los siguientes presidentes optaran por el mismo aproximamiento folklórico a la hora de dirigirse al pueblo. Los largos, grandiosos y elocuentes discursos se consideraban sospechosos, pretensiosos y con exceso de protocolo. Sin embargo, la respuesta positiva posterior a los discursos de Barack Obama, sugieren que hay un hambre insatisfecha de oratoria entre los ciudadanos. Una oratoria que los inspire y toque sus ideales (Aún así, los ciudadanos de la antigua Grecia habrían criticado los discursos de Obama, por enfatizar en el estilo y no en la sustancia.)

Si bien aún existen algunos grandes oradores, este arte ha caído en desgracia. Cuando un hombre es llamado a hablar en público, usualmente divaga y termina aburriendo a su audiencia hasta el punto de las lágrimas. Esto no puede ser así, caballeros. Ha llegado la hora de resucitar y cultivar el arte de la oratoria.

Convirtiéndote en un gran orador

“La oratoria es la música masculina por excelencia”

-John Atgeld.

Si bien la mayoría de los hombres nunca guiaran tropas al campo de combate o participarán en un debate del congreso, todo hombre debe esforzarse por ser un gran orador. Ya sea dando un discurso de padrino de bodas, argumentando en contra de una política en el congreso de la ciudad, haciendo una propuesta en el trabajo o dando un elogio, se te pedirá que hables en público al menos unas cuantas veces en tu vida. No seas ese hombre que tiembla y se llena de nervios de solo pensarlo. Sé el hombre que acepta, mejor aún, que adora tener la oportunidad de mover e inspirar a la gente con el poder de sus palabras. Cuando la oportunidad de hablar en público llegue, la gente debe tenerte como primera opción.

Ser un gran orador requiere trabajo. Debes hacer lo siguiente si quieres hacerte un maestro de este oficio:

Practica, practica y practica

“La historia del mundo está llena de testimonios que prueban cuanto se depende de la industria. No ha existido una eminencia de la oratoria, pero si muchos ejemplos. Ahora, de manera contradictoria y casi universal, puedo decir que la industria puede no afectar nada, que la eminencia es resultado del accidente, y que todos deben estar satisfechos con ser lo que son… Un hombre se sentiría avergonzado de realizar una practica para la cual no está preparado en público…  Pero el orador improvisado debe inventar, maquinar, realizar operaciones mentales y al mismo tiempo producir sonido; realiza su labor sin preparatoria alguna y luego se pregunta por qué falló!”

-Henry Hardwicke

El gran mito perpetuado sobre la oratoria es que el talento en el oficio es inherente y no puede ser aprendido. Pero nuestros antepasados sabían la verdad. Los grandes oradores del mundo, desde Cicerón hasta Rockne practicaban el arte de la oratoria con absoluta perseverancia. Demóstenes ejemplificó este impulso muy bien. De niño, Demóstenes era débil de cuerpo y de voz. Pero tomó la determinación de convertirse en un gran orador. Como Teodoro Roosevelt, fortaleció su cuerpo con ejercicio vigoroso y empleó algunas tácticas inusuales para mejorar sus habilidades al hablar. Iba a la playa y trataba de recitar oraciones y discursos más fuerte que las olas. Luego se aislaba en cavernas para concentrarse en su meta. Para evitar la tentación de salir de la cueva antes de aprender a ser un orador, se rasuró la mitad de la cabeza, a sabiendas que sería objeto de burlas si saliera con su cara en dicho estado. En un intento por mejorar su enunciación, recitaba discursos con la boca llena de piedras. Practicaba a diario en frente de un espejo, mejorando cualquier defecto que encontrara en sus movimientos corporales. Descubrió que tenía el tic nervioso de levantar uno de sus hombros mientras hablaba y para corregirlo, colgó una espada  sobre el hombro, que lo cortaría si lo elevaba. Sus esfuerzos le pagaron con creces, ya que se convirtió en uno de los mejores oradores de todos los tiempos.

Sé un hombre virtuoso

“El discurso de aquel que sabe de lo que habla y siente lo que dice – es un pensamiento en fuego.”

-William Jennings Bryan

Ningún adorno gramatical o oracional mejora un discurso tanto como un buen carácter. La más mínima demostración de hipocresía condenará hasta al más elocuente de los oradores y a la inversa; cuando eres virtuoso, honesto y diligentemente acomedido a lo que hablas, todo lo que digas tendrá un tinte de sinceridad. La audiencia podrá sentir la profundidad de tu compromiso y escuchará con mayor atención que cuando saben que hablas burradas.

Estudia las artes

“Un orador requiere: la agudeza de los lógicos, la sabiduría de los filósofos, el lenguaje de los poetas, la memoria de los abogados, la voz de los dramaturgos y los gestos de los mejores actores. No hay entonces nada más difícilmente encontrado en la humanidad que un orador consumado.”

-Cicerón

Para poder llegar hasta los más finos y nobles sentimientos de la audiencia, tus discursos deben estar llenos de alusiones a grandes personajes, eventos, y expresiones artísticas de la historia. La oratoria combina todos los artes en una expresión. Debes mantenerte actualizado en cuanto a naturaleza humana, religión, ciencia, literatura y poesía. Lee el periódico, mira buenas películas. Lee al menos un párrafo de gran literatura al día. Deja de frecuentar blogs y medios de comunicación que satisfacen tus puntos de vista pre-existentes. Un gran orador debe prever cualquier contraargumento que puedan tener los críticos, y apaciguarlos antes que alguien más tenga la oportunidad de hacerlo.

Sumérgete en el gran mundo de la oratoria

Toma a los grandes oradores del pasado como modelos a seguir, como entrenadores y mentores. Lee sus discursos. Estudia la forma en la que construían las frases, cómo organizaban las palabras para dar ritmo al discurso, las palabras que escogían y las historias que creaban con ellas. Examina como cada línea fluye en el texto, como las líneas pueden ser diferentes, pero juntas componen un todo con cohesión y coherencia. Escucha los grandes discursos. Escucha donde hacen los oradores sus pausas, donde suben ó bajan su voz. Preguntare que hace ciertas partes del discurso electrizantes y otras cautivantes.

 

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