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in: La Vida Varonil

• Last updated: July 11, 2024

El mundo pertenece a quienes se esfuerzan

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Recibo muchos emails de hombres lamentándose porque se sienten atascados en un punto muerto y me piden consejo. Muchos de ellos tienen grandes aspiraciones, pero eso es todo lo que tienen: aspiraciones. Muchos no alcanzan ningún resultado de todos sus ambiciosos objetivos de vida. Muchos llevan siete años estudiando una carrera de cuatro años de curso, y otros están atrapados en un trabajo que no los lleva a ninguna parte. Tal vez tú conozcas a alguien como ellos. Peor, quizás tú seas uno de ellos.

Metas no cumplidas, claro está, pueden ocasionar frustración, depresión, y hasta una disminución general de tu espíritu masculino, que sólo hace que sea más difícil salir de ese estancamiento. Apenas ahondamos un poco más en las vidas de esos hombres “atascados”, aparecen algunas características en común.

En primer lugar, están las excusas: “la economía es una porquería”. “No soy inteligente/atlético/talentoso”. “No tengo tiempo suficiente”. Se entiende lo que digo.

Lo que también se ve a menudo, es que estos hombres han estado rindiendo el mínimo posible para salir adelante en la vida. Muchos de ellos consideran que “estar” ya constituye un esfuerzo, y que con eso solo, las piezas de sus sueños caerán mágicamente, cada una en su lugar.

Suelo responder a estas personas que acaben con las excusas y que empiecen a reventarse por el esfuerzo. Algunos de estos hombres toman el consejo y salen adelante. Otros, replican con otra excusa y piden otra opción que no demande tanto trabajo.

Estos tipos nunca entenderán una muy importante verdad: el mundo pertenece a quien se esfuerza.

Ahora bien, no me refiero al esfuerzo que significa ser nuevo y pagar derecho de piso (aunque no nos hace mal pasar por eso una que otra vez). Hablo más bien de esforzarse como el equivalente a hacer lo que sea que tenga que hacer, por el tiempo que sea necesario hasta alcanzar el objetivo deseado.

T. Roosevelt se esforzó y tú también deberías hacerlo

“Las cosas pueden llegar a aquel que espera… pero serán sólo aquellas que dejaron los que se esforzaron.”  Abraham Lincoln

Al contemplar a los hombres de la historia que admiro, todos tienen algo en común: todos fueron diligentes trabajadores. Theodore Roosevelt completó una inmensa cantidad de trabajo porque vivió una vida extenuante, es decir se esforzó. Thomas Edison patentó miles de inventos y perfeccionó la bombilla de luz porque pasaba todo el día esforzándose. Frederick Douglass llegó a ser un orador, diplomático, editor y escritor porque se esforzó. Y así, casi cualquier self-made man cuenta la misma historia.

Lo interesante de todo esto es que muchos de los hombres que alcanzaron el éxito gracias a su esfuerzo no habían nacido con algún talento o habilidad en particular. De hecho, por regla general, tuvieron que enfrentar una suerte funestamente adversa desde muy temprano en sus vidas. T.R. tenía un natural enfermizo que lo hacía débil como un niño y que lo aquejó toda su vida. Tuvo siempre que esforzarse más que los demás para ganar y mantener su energía y vigor. Edison era inteligente, pero había muchos otros hombres que eran más inteligentes que él. La diferencia estuvo en que él trabajó más duro que ellos y así pudo incluso un día contratarlos para que trabajaran para él. Y Frederick Douglass nació siendo esclavo, vivió en tiempos de racismo extremo, y aun así salió adelante, porque se esforzó.

Aquí está el punto: muchos de nosotros somos tipos promedio. Inteligencia promedio, condición física promedio, y hasta apariencia promedio. Y la mayoría de nosotros hemos tenido ciertos obstáculos en nuestras vidas que pueden resultar una desventaja. En pocas palabras, estamos en las mismas que millones y millones de personas. Y aun así, a pesar de nuestras mentes promedio y de nuestros físicos promedio, la mayoría creemos en el fondo que estamos destinados a algo extraordinario, que somos especiales y fuera de lo común. La verdad es que, en realidad, esto no es así para la mayoría de los hombres. Pero no porque sean tipos promedio, sino porque no se esfuerzan para alcanzar lo que quieren.

Las razones por las que los hombres evitan esforzarse van desde la vagancia al miedo al fracaso. Diría que muchos piensan: “Quiero lo que tiene aquel, pero yo no tengo su x, y, o z”. Aunque es cierto que no tenemos ningún control sobre el número o calidad de talentos naturales con los que hemos nacido, sí tenemos completo control sobre cuánto podemos esforzarnos. No puedes decidir dónde has nacido, cuan lindos o feos fueron tus padres, o cuan feo o apuesto eres tú mismo. Aun así, nadie puede determinar cuan duro puedes esforzarse para obtener algo. En cualquier punto en que te encuentres en tu vida, puedes esforzarte para llegar donde quieres estar.

Mi experiencia personal con el esfuerzo

Puedo atestiguar personalmente la capacidad del esfuerzo para compensar un talento innato promedio o incluso por debajo del promedio. Dos momentos de mi vida demuestran que el trabajo duro y el esfuerzo dieron sus resultados a pesar de mi debilidad natural.

El primero fue durante mi escuela secundaria. Como muchos otros chicos, yo jugaba al fútbol en la secundaria. Desafortunadamente, la genética, no me bendijo con una condición atlética apropiada. En el 9º año, yo era lento, gordo, sin mucha coordinación y débil. No hace falta decir que no era mucho el tiempo de juego que lograba tener al comienzo. Yo era tan malo que dos de los entrenadores del equipo apostaron sobre quién sería capaz de convertirme en un buen jugador para el final de mi último año. Yo no supe de esa apuesta hasta después de graduarme.

Pero lo que me faltaba de habilidad, me sobraba en ganas de superarme. Me ofrecí para estar en las prácticas del equipo scout lo más posible. Me quedaba después de esas prácticas para trabajar en mi técnica. Seguí una estrictísima dieta para perder peso y ganar músculo. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para mejorar. Me tomó tres años, pero finalmente comencé un juego ese tercer año. El último año de secundaria, comenzaba cada juego e incluso obtuve algunos honores al final de la temporada. Por supuesto, no era una estrella del deporte, pero no importa demasiado.

Recuerdo que cuando terminó la temporada, uno de los entrenadores que había hecho la apuesta, me llamó aparte y me contó de aquella jugada. Luego puso sus manos en mis hombros y dijo: “McKay, hay muchos otros chicos en el equipo que tienen mejores condiciones atléticas que tú. Es que tú no eres naturalmente atlético, pero lo que te falta de talento, lo compensas con esfuerzo y corazón. Te mereces tu éxito.”

Dos lecciones me llevé de esa conversación: 1º si eres un entrenador/mentor/maestro/jefe, tómate el tiempo para reconocer los esfuerzos de quienquiera que esté a tu cargo. Esa conversación que tuve con mi entrenador fue una súper inyección de confianza para mi joven e insegura persona. Y aunque esa conversación tuvo lugar hace diez años, todavía conserva su impacto original en mí.

Segunda lección: ¡esforzarse funciona! Transformé mi cuerpo anti-atlético en un aceptable jugador de fútbol.

Ahora bien, no es que el entrenamiento o el esfuerzo te vayan a convertir en Michael Jordan si no tienes un talento natural. Pero te llevarán más lejos de lo que tú y los que están a tu alrededor pensaron que te fuera posible.

La segunda vez que el esfuerzo me dio resultado fue durante mis estudios en la escuela de leyes. No soy naturalmente inteligente. Dale un vistazo a mi Iowa Test of Basic Skills o cualquier otro test que haya hecho desde la escuela elemental, y verás cuan normal soy. Esto era motivo de frustración mientras crecía, porque me parecía que mis amigos eran todos genios. Yo me la pasaba estudiando para un examen, y ellos entraban en él tan frescos y despreocupados, sin siquiera haber tocado un libro, y siempre obtenían una mejor nota que yo. Realmente era frustrante.

De todos modos, cuando decidí ir a la escuela de leyes, me puse como objetivo graduarme entre los diez mejores de la clase. Un objetivo muy irreal para un tipo que siempre se había mantenido en la más estricta medianía.

Yo sabía que habría gente muy inteligente en mi clase. Definitivamente más inteligente que yo. Mi única chance de alcanzar mi objetivo dependía de esforzarme más que todo el resto. Mientras mis nuevos compañeros de clase pasaron su último verano de libertad divirtiéndose y sin preocuparse, yo me quemé las pestañas leyendo guías de estudio y suplementos de todas mis materias del primer año. Dado que tu puntuación en la clase de leyes normalmente depende de escribir un ensayo en no más de tres horas, yo estudié y practiqué cómo escribirlos leyendo a aquellos que habían obtenido una A. continué esforzándome durante el primer semestre. Tenía un plan de estudios al que me ajusté hasta en los minutos y segundos. Me la pasaba en la biblioteca desde la mañana hasta la noche. Llevaba mis resúmenes y mis tarjetas de memoria donde quiera que fuera, de modo que podía estudiar mientras caminaba a clase o hacía cola para almorzar. Hasta iba a la biblioteca los fines de semana. Me esforcé lo más que pude.

Fue cansador, pero al final rindió sus frutos. Cuando llegaron las notas del primer semestre, yo era el alumno número uno de mi clase. Estaba asombrado. Nunca había sido el número uno en nada durante mis años de estudiante. No mantuve esa posición el resto de la carrera, pero eso se debió a que durante el segundo año comencé con The Art of Manliness. El blog me demandaba una tremenda cantidad de trabajo, así que no podía estudiar tanto. Pero me estaba esforzando aun más que al principio. Me esforzaba en mis clases. Me esforzaba en mi trabajo de medio día como representante estudiantil con Westlaw, una compañía de investigaciones legales. Y me esforzaba con The Art of Manliness. Y también escribí un libro en ese tiempo. Me pasaba cada día en la biblioteca desde las 9 de la mañana a las 9 de la noche y sin descansos, haciendo tarea de la escuela de leyes. Después, a casa, a seguir trabajando por varias horas en el blog y en el libro. Y lo mismo al día siguiente.

Cuando me gradué de la escuela de leyes, me había convertido en uno de los representantes de Westlaw más importantes del país, AoM había crecido hasta tener miles de suscriptores, y había escrito un libro. Y me gradué summa cum laude entre los diez mejores de mi clase. Estaba exhausto. Realmente extenuado. Pero había completado lo que me había propuesto. Y todo porque me había esforzado.

Apaga el televisor y empieza a esforzarte

Ahora, espero que esto no resulte en alguna estúpida, felicitación del tipo “¡eres grandioso!”. No es mi intención en absoluto. La verdad es que no soy tan grandioso. Como dije, soy bastante común. Como la mayoría de las personas, tengo mucho que trabajar en mi persona, para transformarme en el hombre que quiero ser. Lo que espero es que otros hombres, que se sientan atrapados en una situación personal insatisfactoria, puedan ver que es posible hacer cosas extraordinarias a pesar de la medianía (o incluso de estar por debajo de la media), siempre que estén dispuestos a esforzarse. Y esforzarse mucho.

Si estás cansado de tu miserable trabajo, esfuérzate por conseguir uno mejor. La economía está hecha un desastre y el desempleo es deprimente. Tendrás que competir con muchos otros por puestos limitados. Considerando igualdad de condiciones, el trabajo será para aquel que se esfuerce. Tal vez necesites tomar clases nocturnas para capacitarte más. Sí, va a ser duro, especialmente si tienes familia, pero otros ya lo han hecho antes. Solamente requerirá algo de esfuerzo.

Si estás cansado de trabajar “para otro”, empieza con tu propio negocio. La mayoría de los que reciben este consejo, se resisten porque piensan que para eso tienen que abandonar su actual trabajo y toda esa seguridad, para poder dedicarse completamente al propio emprendimiento. Pero se pueden hacer las dos cosas. Pasa el día trabajando en tu actual ocupación, pero después trasnocha en tu propio negocio hasta que ya estés suficientemente afianzado para dejar tu trabajo como dependiente. Es seguro que tendrás que esforzarte para llegar a este punto. Tendrás que privarte de muchas horas de sueño y pasar tus noches y fines de semana trabajando. No más tele por las noches, o partidos de futsal con amigos.

Si quieres hacer algo más como transformarte en un bloguista profesional, un escritor, un músico, etc. entonces realmente necesitarás esforzarte. Ignora el “hazte rico rápido y con el mínimo de horas”. Toma notas de tipos como Gary Vaynerchuk de WineLibrary.tv. Él recomienda escribir en tu blog por las noches, hasta que tus ojos sangren. Eso es justamente lo que se necesita. No hay atajos en la vida, no importa lo que sueñes con hacer.

Cualquiera que sea tu objetivo, lo puedes alcanzar si te esfuerzas. Sé que puedes. Lo he experimentado en mi propia vida y en la vida de otros hombres a mi alrededor.

El mundo necesita hombres que se esfuercen

Las cosas están bastante difíciles en este momento. Enfrentamos grandes problemas que requerirán mucho trabajo para resolverlos. Necesitamos hombres que se pongan de pie y sean líderes en nuestra sociedad y en nuestras familias. Necesitamos más emprendedores que inicien un pequeño negocio y empleados que den todo de sí para poner en marcha nuevamente la economía. Necesitamos hombres que se esfuercen.

Tantos aspectos de nuestras vidas se han acelerado, desde la comida fast-food a la internet. Buena parte del mundo está hoy a un clic de distancia. No necesitamos ser unos genios para ver lo que está sucediendo en China. Tener el mundo al alcance de tus dedos es fantástico, ¡qué privilegio vivir en este tiempo! Pero debemos permanecer vigilantes contra el “aumento de expectativas”. Este aumento de expectativas es nuestro constante anhelo de que todo en la vida nos llegue, la próxima vez, más rápida y fácilmente que antes. Que la fama y la fortuna esté sólo a una búsqueda en google de distancia. Si bien es cierto que muchas cosas han cambiado en este mundo, la necesidad de esfuerzo no. El sudor de la frente puede ser un requisito figurado en nuestros días, pero tiempo, dedicación, concentración y determinación seguirán siendo los principios del éxito.

Así que he aquí el reto que quisiera proponerles a todos: esforcémonos más. Sé que si todos empezamos a hacerlo, podemos cambiar la realidad, la de nuestra vida y la del mundo a nuestro alrededor. Probablemente no ocurra de inmediato, pero en algún momento ocurrirá.

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