“¡Ya es hora, Laertes! ¡Sube, sube, por Dios! El viento ya hincha tu vela, Y te están esperando. Toma, mi bendición contigo, Y guarda en tu memoria estos pocos preceptos: No des rienda suelta a tus pensamientos, Ni conviertas en actos ideas inmaduras. Sé familiar, pero de ningún modo vulgar. Esos amigos que tienes, y cuya amistad has puesto a prueba, Átalos a tu alma con aros de acero; Pero no desgastes tu mano entreteniendo A cada nuevo y no probado camarada. Ten cuidado Al entrar en una disputa, pero, si estás en ella, Haz que el oponente tenga cuidado de ti. Presta a cada hombre tu oído, pero a pocos tu voz; Acepta la crítica de todos, pero reserva tu juicio. Tu vestimenta, que sea tan costosa como lo permita tu bolsillo, Pero no en exceso; rica, pero no llamativa; Porque la ropa suele proclamar al hombre, Y en Francia, los de mejor rango y posición Son de una clase muy selecta y generosa. Ni prestes ni tomes prestado; Porque el préstamo a menudo pierde tanto al amigo como al dinero, Y el pedir prestado embota el filo de la economía. Esto, sobre todo: sé fiel a ti mismo, Y seguirá, como el día a la noche, Que no podrás ser falso con ningún hombre. Adiós: ¡que mi bendición te acompañe!”
